Datos del personaje

Trata de una pequeña niña de unos 10 años. Todo comienza con la muerte de su abuelo, el viaje de negocios de sus padres y la misteriosa casa de su abuela.
El primer capítulo trata desde los 10 años hasta los 15 de esta chica.
Imagen física de la chica, cabello color chocolate y ojos color caramelo, piel blanca como la luna, con una dulce y perenne sonrisa.
Es una chica que pasa de una monótona vida a una vida que en ocasiones, enloquece, enamora o incluso asusta. En fin, como la mayoría de las historias, pero esta es diferente, ¿por qué? Por que esta va a ser mi primera historia.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Cuarto capítulo. Un chico un tanto raro.

Ya ha pasado un mes desde la gran idea de mi abuela, he conocido mejor a Rafa, y es un tipo genial, que le encanta la música y la fotografía, incluso le enseñé el desván. Aún me acuerdo del día que lo conocí, fue un desastre... Pero al parecer ya se ha olvidado, o eso espero. Creo que no se me da tan mal hacer amigos, o es que Rafa es muy bueno conmigo.

***
Alguien llama a mi puerta en el momento que yo dejo el cepillo sobre la mesita de al lado de mi cama tras peinar mi indomable pelo.
-Adelante.-Espeto un tanto distraída.
-¿Estás preparada? Todos te estamos esperando.
-Si, ya voy.-Es Rafa, tan atento... va vestido con una camisa blanca, pantalones negros y zapatos negros.
Desde la otra punta de la casa se oye:
-¡Vamos Clara!.
Si, mi abuela, tan energética como siempre. Desgraciadamente, todos íbamos muy guapos... Para la misa de mis padres... Cuando pasa un tiempo después del entierro, es costumbre hacer una misa al difunto.
-Te espero abajo, no te arregles más, así estás preciosa.-Sonríe y me guiña un ojo, yo sonrío sin ganas y vuelvo la mirada a mi reflejo en el pequeño y anticuado espejo de mi cuarto. En momentos así los piropos sirven de poco.
Iba a utilizar mi perfume favorito, como era el único que estaba sobre la cómoda, no presté mucha atención y cogí lo primero que toqué, no me hubiera importado si no llega a ser por que no era mío, nunca lo había visto, era un pequeño bote de cristal liso con el perfume transparente dentro y una extraña pegatina pegada en un lateral.
"Sabemos que hoy es nuestra misa, pero no queremos que llores, estás rodeada de gente que te quiere, y ya queda poco para que tu vida cambie por completo, otra vez, pero esta vez para bien. Mamá y papá."
Esta clase de mensajes me asustaban un poco, pero, extrañamente, también me daban un poco de paz. De seguido empecé a oler la colonia, olía a vainilla, dulce olor. Dejé de nuevo la colonia en la cómoda, me estaban esperando, pero no mencioné nada del perfume. Estas cosas empezaban a dejar de asustarme, no sé si estoy loca, pero tampoco me importa realmente.
Cuando llegamos a la iglesia empezó a llover, parece que el cielo estaba tan triste como nosotros. Al salir de la misa diluviaba, y nosotros sin paraguas, fuimos corriendo a casa. Y allí encontramos a la persona que cambiaría mi vida, sentada en un escalón, empapado y mirándonos fijamente a través de su pelo empapado. No, no hablo de ningún perro aunque al principio lo habría preferido.

***

Todos nos secamos y nos pusimos los pijamas, los calentitos pijamas, mientras tomábamos un chocolate caliente. Mi abuela puso en un radiador la ropa mojada de todos y Rafa, extrañamente, de mala gana, le dejó ropa al chico que nos habíamos encontrado en la puerta. Quizás se conocían. Éste nos explicaba el por qué estaba allí. Al parecer su hermana mayor buscaba piso, para su independencia, hasta ahí todo bien, lo que me llamó la atención  fue que el chico lucía como si acabara de terminar una pelea, tenía un ojo morado, el labio reventado y varias heridas con la sangre saltada. Yo sinceramente, no terminaba de creer lo que me decía pero quién soy yo para juzgar.
Cansada por el largo día subí a dormir.
Desperté de un sobre salto al escuchar algo caer al suelo.
-Mierda.-Dijo una voz masculina algo anormal.
Al principio no reconocí la voz, pero luego deduje que era el chico de la noche anterior. Pensé que la abuela le había dejado pasar allí la noche por la lluvia y éste se había equivocado de habitación. Cuando por fin alcancé a la llave de la luz para encenderla y explicarle que aquel era mi cuarto unos labios tiernos, cálidos y con sabor a alcohol, me sellaron la boca con un beso.

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