Datos del personaje

Trata de una pequeña niña de unos 10 años. Todo comienza con la muerte de su abuelo, el viaje de negocios de sus padres y la misteriosa casa de su abuela.
El primer capítulo trata desde los 10 años hasta los 15 de esta chica.
Imagen física de la chica, cabello color chocolate y ojos color caramelo, piel blanca como la luna, con una dulce y perenne sonrisa.
Es una chica que pasa de una monótona vida a una vida que en ocasiones, enloquece, enamora o incluso asusta. En fin, como la mayoría de las historias, pero esta es diferente, ¿por qué? Por que esta va a ser mi primera historia.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Tercer Capítulo. La alegría viene a casa

Ya han pasado varias semanas de mi cumpleaños y de la pérdida de mis padres, siguen apareciendo los jazmines cada mañana, pero me da miedo seguir preguntando, no quiero estropear lo que sea que tenga en mente mi abuela. Hoy me levanté más temprano de lo normal así que decidí quedarme mirando el techo de mi habitación sin pensar en nada, a veces esos son los mejores momentos del día, cuando te adentras en tu mundo, sin tener que fingir falsas sonrisas ni tener que animar a otros cuando tú te estás muriendo por dentro. Hasta que recordé que mi abuela quería decirme algo importante. Cuando decidí levantarme y comenzar a buscarla por todas partes, ya se había ido, se fue a andar con algunas amigas. Incluso mi abuela tiene una mejor vida social que yo... En fin, se la merece, ella también lo está pasando bastante mal.
Al bajar a desayunar vi un mensaje en el pizarrón de la cocina, al principio pensé que había sido mi abuela pero poco a poco descubrí que no.
"¡Clara anímate! Últimamente sonríes muy poco, sabemos que no te agrada que no estemos físicamente contigo pero te protegemos desde otro lugar muy cercano a ti. Cariño, cuídate, te queremos. Tus padres." Aún no lo podía creer, ¿y ese mensaje?. Tras releerlo, comencé a deambular de un lado para otro de la cocina, pero cuando me volví para releer el mensaje, no estaba. No sé si me estoy volviendo loca o sueño despierta por pura desesperación.
Estaba planteándome volver a la cama cuando de repente, sonó el timbre, no sabía si abrir o no, después de lo que me acababa de ocurrir no me extrañaría que vinieran a encerrarme en un manicomio, pero me arriesgué, total, por ver mundo... Era mi profesor, mi hermoso e inmaculado profesor, y yo, completamente desaliñada y hecha un desastre. Digamos que todas mis preocupaciones se habían esfumado con mis miedos, ese hombre transmitía seguridad. Un momento, ¿he dicho desaliñada y hecha un desastre?.
-Em... ¿Se te han pegado las sábanas?.-Comenzó a decir mirándome de arriba a abajo intentando esconder su sonrisa, un intento fallido.
-Pues... ¿Podría esperar un segundo en el salón?.-Claramente, al paso que voy, nunca iba a conseguir su respeto.
-Por supuesto, pero no tardes mucho, ¿de acuerdo?.-Contestó mostrando su gran y blanca sonrisa derrite chicas como a mí.
En cuanto entró yo me apoyé en la puerta cerrándola y pensando la manera más rápida de ducharme y vestirme coherentemente.
Pero mis pensamientos rápidamente cambiaron de rumbo, estaba allí, sola con un chico de unos 22 años, alto, musculoso, con grandes y brillantes ojos verdes y cabello negro ligeramente despeinado, seguramente por el viaje en autobús desde el pueblo vecino. Este profesor era encantador, atento, dulce... Maravilloso, y sin novia, al menos que yo sepa. Y yo... bueno, con 16 años... una explosión de hormonas.
Cuando se giró para mirarme con gesto algo fruncido aparentando una seriedad que pocas veces he visto, mis pensamientos volvieron a su cauce. Subí lo más rápido que pude, me duché a la velocidad de la luz, apenas pasaron unos 15 minutos y ya estaba abajo, vestida, peinada y con la tarea hecha en la mano.
Cuando apenas llevábamos una hora dando clase de aburrida matemáticas, llegó mi abuela, y empezó a contarnos su gran noticia.
-¡Voy a alquilar las habitaciones!.
-¡¿Qué?!.-Exclamé apartando de mi mente un problema de mates que se me resistía.
-Si, Clara, es una casa muy grande para nosotras dos solas, y hay muchas habitaciones que no utilizamos para nada, incluso hay camas desmontadas en el garaje, de las veces que vienen de visita los tíos y otras dos camas que compramos para la habitación de invitados.
-¿Habitación de invitados?.
-Si, la habitación de la plancha.
-¿Y nosotras que haremos?.
-Pues como siempre, seguir viviendo aquí, pero con más compañía.
-¿Y si a los tíos y a la prima se les ocurre venir de visita?.
-Hay camas de sobra.
El profesor aún no había intervenido, estaba pensativo y con gesto de haber solucionado mas de un problema, cuando por fin lo hizo en un hilo de voz.
-¿Yo me podría venir a vivir? Ahorraría tiempo, dinero y dormiría un poco más. Además tendría más controladas las horas de estudio de Clara.-Comentó mientras me miraba con chispas de ilusión en los ojos, buscando en mi una aceptación que no encontró, aunque tampoco le importó mucho.
Yo no tuve más remedio que contestar sobresaltada.
-¡¿Estamos todos locos?!.- ¡¿Controlar mis horas de estudio?! Eso sonaba a clases particulares...
-Claro, Cristian, incluso podemos hacer un trato.-Continuó mi abuela haciendo caso omiso a mi sorpresa.
No podía ver aquello, ¿desconocidos en casa?. Vale, comprendo que mi abuela se esté haciendo mayor, a veces se le va un poco la olla, tiene momentos de poca madurez... ¡¿Pero Cristian está de acuerdo?! ¡¿Cristian viviendo aquí?!... Un momento... ¡Cristian viviendo aquí!. Nos veríamos a todas horas. Ahora que lo pienso, puede que valga la pena aunque tenga una sombra para que estudie, será una bonita sombra.
-Decidido, Cristian, no pago las clases de mi nieta y a cambio te doy alojamiento y comida.
Mi opinión no importó mucho, o nada, pero me convencí de que sería una curiosa experiencia.
El resto del día continuó más o menos normal, Cristian se pidió el día libre para arreglar papeleo y mudarse lo antes posible, la abuela andaba arriba y abajo preparando una habitación vacía para el nuevo huésped y yo me encerré en el desván, mi segundo lugar preferido en toda la casa, la única que entraba allí era yo, era mi escondite, mi pedacito de cielo. Me pregunto si cuando se mude Cristian se lo mostraré. Creo que en el fondo me hacía ilusión.

***

Empecé a escuchar el ruido de camiones, ¿qué hacían allí a las 7 de la mañana?. De pronto, recordé la conversación del día anterior. ¡Cristian!¡Debe ser Cristian!. Bajé todo lo rápido que pude, y sí, allí estaba, con una camiseta blanca de manga corta y unos baqueros claros. Parece que toda la ropa le queda genial a este hombre. Lo mejor es que este modelo era sólo para mí.
-Buenos días, Clara.- Dijo con su amplia sonrisa.
-Bue...Buenos días- Tartamudeé por la pillada. Pero es normal quedarse embobada en estas situaciones.
-Que hermoso pijama, pero es algo atrevido.-Afirmó con una traviesa sonrisa.
Me miré de arriba a abajo, y ahí estaban, dos botones desabrochados, que permitían ver mi bonito sujetador blanco. Sonrojada los abroché antes de que me viera mi abuela. Que aparecía por detrás de mi profesor mientras éste se reía a carcajadas mirando mi cara enrojecida. Si llega antes me hubiera ganado una buena bronca por despistada.
-¡Clara! Ayuda con las cajas y dejaros de tonterías.
-Si...-Dije evitando mirar a la cara a Cristian.
Cuando estaba saliendo por la puerta, empecé a leer un cartel amarillo fosforescente, en el que ponía: "Se comparte casa, entre y pregunte precios.". Se notaba claramente quien lo había escrito.
Por no haber parado a leer tranquilamente el cartel y no contar con las escaleras tuve una graciosa caída. Se presentaba un largo día.
Mientras me recuperaba del golpe un brazo fuerte me levantó del suelo. Al principio pensé que había sido Cristian pero era  un chico menor, igualmente no me desilusionó, era bastante guapo, con el pelo rubio ceniza, los ojos de un marrón oscuro casi negro. Y me estaba mirando totalmente preocupado.
-¿Estás bien?-dijo con una voz acorde con su cara.
-Si, eso parece.-alcancé a decir en un balbuceo.
Parece ser que hacer el ridículo frente a dos chicos guapísimos en menos de cinco minutos era una buena manera de empezar el día, o eso le pareció al destino.
Me fui lo más rápido que pude, entré en casa, y me subí a mi habitación mientras ignoraba las llamadas de mi abuela que al rato subió para ver si estaba bien. ¿Qué había pasado? En cuestión de segundos, me había caído, pedido disculpas y escondido. ¿Quién era ese chico?¿Qué hacía allí?. El corazón no me paraba de latir fuertemente, ya no sé si por la carrera o la situación ya acabada. Bueno, ya no me importaba, seguramente no lo volvería a ver, no suelo salir de casa y además, ya tenía a mi Cristian. Aunque... empiezo a pensar que esta zona está llena de chicos guapos.
Estaba sentada en mi cama, me dolía un poco el tobillo, al parecer se me había torcido. Echándome en la cama, al mirar al techo, de nuevo, cosas extrañas que cortaban de raíz los momentos de adolescencia extrema que tenía. Era el primer dibujo de mi madre, pegado al techo. El dibujo consistía en dos personas, y muchos corazones, la chica estaba sonriente pero, el chico, no tenía cara, algo curioso a lo que estaba acostumbrada por lo rara que era mi madre para expresarse. Ese dibujo, estaba en mi casa, mi verdadera casa, escondido en un cajón, para que no lo viera mi padre, al parecer, este dibujo, estaba dedicado a su primer amor correspondido, que desgraciadamente no fue mi padre. Creo que empiezo a acostumbrarme a estos extraños sucesos o verdaderamente necesito un psicólogo. Quiero pensar que mi abuela tiene mucho tiempo libre.
Cuando ya parecía todo más tranquilo, y los camiones se habían ido, bajé, ya eran casi las 2 de la tarde y aún no había comido nada, la mañana se me había pasado encerrada en mi cuarto esperando a que el dolor del tobillo se me pasase, escuchando el ruido de entrada y salida de muebles. Pensando en todo lo que me espera respecto a Cristian y a mi abuela. No es que me guste dar muchas vueltas a las cosas pero soy así, lo pienso todo mucho.
Y allí estaba él tranquilamente sentado en su nueva casa tomando una coca-cola con el chico que me había salvado. Un momento, y este ¿quién es? ¿Qué hacía allí?. Los dos me miraron sonrientes, ¿era un sueño? Quizás me había golpeado la cabeza antes. No, en ese mismo instante mi abuela solicitaba mi ayuda en la cocina a su manera, a gritos y me saca de cualquier tipo de teoría. Le ayudé mientras me explicaba quien era ese chico, al parecer, se llama Rafa, y es un chico del pueblo, sus padres se iban dentro de poco de viaje, y al enterarse de que aquí había techo y comida por un precio decente, los ha convencido para quedarse y no estar tan solo. Al ser de mi misma edad, mi abuela consideró que sería bueno para mí el hecho de que entrara a mi hogar, para que se me quite algo de timidez, dentro de tres días traerán sus cosas, y hoy se quedará aquí a comer para conocernos. Que vergüenza, ¿cómo le miraba yo ahora a la cara?.

No hay comentarios:

Publicar un comentario